SALMO 5
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1 Del maestro de coro. Para flautas. Salmo. De David.
2 Escucha mi palabra, Yahvé, repara en mi plegaria,
3 atento a mis gritos de auxilio, rey mío y Dios mío. ¡A ti te suplico,
4 Yahvé! Por la mañana escuchas mi voz, por la mañana me preparo para ti y quedo a la espera.
5 No eres un Dios que ame el mal, ni es tu huésped el malvado;
6 no resiste el arrogante tu presencia, detestas a todos los malhechores,
7 acabas con los mentirosos; al asesino y al hipócrita los aborrece Yahvé.
8 Pero yo, por lo mucho que nos quieres, me atrevo a entrar en tu Casa, a postrarme ante tu santo Templo, lleno de respeto hacia ti.
9 Guíame, Yahvé, con tu justicia, responde así a mis adversarios, allana tu camino a mi paso.
10 Que no hay firmeza en sus palabras, por dentro están llenos de malicia; sepulcro abierto es su garganta, su lengua habla con halagos.
11 Trátalos, oh Dios, como culpables, haz que fracasen sus planes; expúlsalos, que están llenos de crímenes, que se han rebelado contra ti.
12 Se alegrarán los que se acogen a ti, gritarán alborozados por siempre; tú los protegerás, en ti disfrutarán los que aman tu nombre.
13 Tú bendices al inocente, Yahvé, lo rodea como escudo tu favor.
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Gloria Al Padre
Al Hijo
Y Al Espiritu Santo
Como era en el principio ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amen
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COMENTARIO
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1. «Por la mañana escucharás mi voz; por la mañana te expongo mi causa y me quedo aguardando». Con estas palabras, el salmo 5 se presenta como una oración de la mañana y, por tanto, se sitúa muy bien en la liturgia de las Laudes, el canto de los fieles al inicio de la jornada. Sin embargo, el tono de fondo de esta súplica está marcado por la tensión y el ansia ante los peligros y las amarguras inminentes. Pero no pierde la confianza en Dios, que siempre está dispuesto a sostener a sus fieles para que no tropiecen en el camino de la vida.
«Nadie, salvo la Iglesia, posee esa confianza», dice san Jerónimo (PL 26,829). Y san Agustín, refiriéndose al título que se halla al inicio del salmo (v. 1), un título que en su versión latina reza: «Para aquella que recibe la herencia», explica: «Se trata, por consiguiente, de la Iglesia, que recibe en herencia la vida eterna por medio de nuestro Señor Jesucristo, de modo que posee a Dios mismo, se adhiere a él, y encuentra en él su felicidad, de acuerdo con lo que está escrito: "Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra" (Mt 5,4)» (CCL 38,1,2-3).
2. Como acontece a menudo en los salmos de súplica dirigidos al Señor para que libre a los fieles del mal, son tres los personajes que entran en escena en este salmo. El primero es Dios (vv. 2-7), el Tú por excelencia del salmo, al que el orante se dirige con confianza. Frente a las pesadillas de una jornada dura y tal vez peligrosa, destaca una certeza. El Señor es un Dios coherente, riguroso en lo que respecta a la injusticia y ajeno a cualquier componenda con el mal: «Tú no eres un Dios que ame la maldad» (v. 5).
Una larga lista de personas malas -el malvado, el arrogante, el malhechor, el mentiroso, el sanguinario y el traicionero- desfila ante la mirada del Señor. Él es el Dios santo y justo, y está siempre de parte de quienes siguen los caminos de la verdad y del amor, mientras que se opone a quienes escogen «los senderos que llevan al reino de las sombras» (cf. Pr 2,18). Por eso el fiel no se siente solo y abandonado al afrontar la ciudad, penetrando en la sociedad y en el torbellino de las vicisitudes diarias.
3. En los versículos 8 y 9 de nuestra oración matutina, el segundo personaje, el orante, se presenta a sí mismo con un Yo, revelando que toda su persona está dedicada a Dios y a su «gran misericordia». Está seguro de que las puertas del templo, es decir, el lugar de la comunión y de la intimidad divina, cerradas para los impíos, están abiertas de par en par ante él. Él entra en el templo para gozar de la seguridad de la protección divina, mientras afuera el mal domina y celebra sus aparentes y efímeros triunfos.
La oración matutina en el templo proporciona al fiel una fortaleza interior que le permite afrontar un mundo a menudo hostil. El Señor mismo lo tomará de la mano y lo guiará por las sendas de la ciudad, más aún, le «allanará el camino», como dice el salmista con una imagen sencilla pero sugestiva. En el original hebreo, esta serena confianza se funda en dos términos (hésed y sedaqáh): «misericordia o fidelidad», por una parte, y «justicia o salvación», por otra. Son las palabras típicas para celebrar la alianza que une al Señor con su pueblo y con cada uno de sus fieles.
4. Por último, se perfila en el horizonte la oscura figura del tercer actor de este drama diario: son los enemigos, los malvados, que ya se habían insinuado en los versículos anteriores. Después del «Tú» de Dios y del «Yo» del orante, viene ahora un «Ellos» que alude a una masa hostil, símbolo del mal del mundo (vv. 10 y 11). Su fisonomía se presenta sobre la base de un elemento fundamental en la comunicación social: la palabra. Cuatro elementos -boca, corazón, garganta y lengua- expresan la radicalidad de la malicia que encierran sus opciones. En su boca no hay sinceridad, su corazón es siempre perverso, su garganta es un sepulcro abierto, que sólo quiere la muerte, y su lengua es seductora,
7/8/2015 12:43 AM: Adriana: pero esta lleno de veneno mortífero (St 3,8).
5. Después de este retrato crudo y realista del perverso que atenta contra el justo, el salmista invoca la condena divina en un versículo (v. 11), que la liturgia cristiana omite, queriendo así conformarse a la revelación neo-testamentaria del amor misericordioso, el cual ofrece incluso al malvado la posibilidad de conversión.
La oración del salmista culmina en un final lleno de luz y de paz (vv. 12-13), después del oscuro perfil del pecador que acaba de dibujar. Una gran serenidad y alegría embarga a quien es fiel al Señor. La jornada que se abre ahora ante el creyente, aun en medio de fatigas y ansias, resplandecerá siempre con el sol de la bendición divina. Al salmista, que conoce a fondo el corazón y el estilo de Dios, no le cabe la menor duda: «Tú, Señor, bendices al justo y como un escudo lo rodea tu favor» (v. 13).
[Audiencia general del Papa, hoy Santo, Juan Pablo II, Miércoles 30 de mayo de 2001]
http://www.franciscanos.org/oracion/salmo005.htm
ORACION
🙇🏻🙇🏻🙇🏻🙇🏻🙇🏻🙇🏻🙇🏻🙇🏻🙇🏻
* Como persona agradecida, al levantarme esta mañana, dirijo en seguida mi corazón y mi mirada hacia la iglesia cercana a mi vivienda. Anhelo que, a partir de este instante, todo quede en mí envuelto con el aroma de tu presencia. Deseo pasar un día en el que resplandezca en mí la belleza de tu templo, no el de sus bellas paredes, sino el de su significado interior. Desde él mi vida adquirirá un sentido nuevo.
* Haz, Señor amado, que mi vida transcurra por los parámetros de tu santidad, en la medida de mis fuerzas débiles. Confío, sin embargo, en ti.
No prestaré oídos a conversaciones vanas, ni a discusiones que no hablen de ti y de tu rica influencia en quienes nos dejamos llevar por tu amable escucha de nuestras cuitas.
No quiero ser un tonto- según ellos- sino una ser tan lleno de ti que, ante cualquier adversidad, reaccione tal y como tú te mereces.
* En medio de esta lucha contra los que me circundan, quiero que mi imagen les hable de ti; quiero que mi conducta y mi buen hacer sea para ellos/as un testimonio de quien tiene el don gratuito de la fe.
* No me fío de mis fuerzas. Por eso acudo a ti en tono suplicante. Sé lo que valgo. Y cuanto soy y tengo se debe a ti y a mi colaboración contigo en esta obra de transformar el mundo que va, en cierto sentido, a la deriva porque te han expulsado a ti de sus corazones y hasta de las escuelas. Les molestas.
* ¿Y sabes por qué? Porque no te callas ante los políticos ni ante ninguna autoridad que no respete tu Evangelio, tu verdad. Ellos y ellas quieren construir ahora- después de XX siglos largos- una sociedad en la que no exista ningún rastro de tu presencia en medio de nosotros. Torpe tarea. Piensan que, eliminando tus símbolos, te van a quitar a ti. Por eso, hoy más que nunca te pido que escuches mis ruegos y que me des fuerza para mantenerme justo ante tu presencia amada y querida.
* Fíjate, Señor, dónde llega una sociedad en la que tú habitas: quiere pasar olímpicamente de ti. Cada vez que ha ocurrido esto, no ha tardado mucho tiempo en que el hombre tome conciencia de su absurdo para volver a ti.
Gracias, Dios mío. Buenos días. Concédeme un día santo.
http://es.catholic.net/op/articulos/33338/cat/902/salmo-5-a-ti-te-suplico-senor-por-la-manana-escucharas-mi-voz.html
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